No basta salir de los templos. Salir de las cuatro paredes no necesariamente nos hace ser la iglesia que el Señor Jesucristo quiere.
¡Cuidado! Podemos igualmente encerrarnos en las casas y estar muy distantes de aquellos que necesitan conocer al único Señor y Salvador. Los hogares pueden convertirse en nuestros nuevos lugares de encierro si no lo advertimos.
¿Reunirnos asiduamente es lo que nos hace ser Iglesia?
Si bien somos llamados a estar juntos, no cabe duda que las reuniones se pueden convertir en camisas de fuerza. En nuestro caso el estar cerca de los hermanos nos brinda la posibilidad que durante la semana nos unamos dos o tres en cualquier sitio o lugar, de los veinte o más que ya llevamos algún tiempo congregandonos alrededor del Señor.
Salir de las estructuras me trajo libertad y, más aún, recuperé el tiempo que había sido secuestrado mediante reuniones de toda índole; con el liderazgo, organización de aniversarios, planificación trimestral, etc.
En realidad no tenía tiempo para detenerme a saludar al vecino, compartir un café, hacerme presente en mi vecindario o estar con mi familia. ¡Y esto es muy necesario! Sin embargo, las estructuras religiosas nos hacen parecer como una élite delante de la gente y nos vuelven sectarios al relacionarse solamente con los que están dentro.
Al salir de ellas y hacernos accesibles a los que nos rodean estamos cumpliendo con el “ID” que dijo Jesús, sin descuidar el “VENID” cuando estamos juntos.
Visitar al vecino, a un familiar, compartir una comida, ayudar en una tarea de la comunidad llevará tiempo pero será la circunstancia propicia para compartir las Buenas Nuevas del Mesías ¡Y esto es tarea de todos!
En conclusión, cada uno de nosotros necesitará apartar un tiempo para la reunión fraternal, pero también para ir a los suyos que no conocen a Cristo, sus vecinos, compañeros de estudio, de trabajo, o cualquier actividad. Habrá que detenerse y compartir al Cristo que habita en nuestro interior.
Es necesario que “la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar” Habacuc 2:14 y conozca de nuestro Amado, pero “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Romanos 10:14. No sea que seamos hallados como el siervo, que valorando tanto lo recibido lo escondamos y solamente compartamos entre nosotros. “Por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra” Mateo 25:25. Más bien que podamos decir: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”
1 Corintios 9:16.
Por Lesbia María Chirinos.
No basta salir de los templos!